Sesenta días. Sesenta días que debería haberlos sentido como en casa, muy por el contrario; soy un fantasma tratando de adecuarme a una realidad ajena. Ya ni siquiera se trata de lo que pasó antes de convertirme en esta suerte de espectro, se trata de la convivencia con uno mismo, y con el otro, cuando la hay. Se trata de ser y hacer para la ayuda del otro, y aun así, después de todo, ser invisible ante los ojos de su ego.
Naturalmente aplaudo todas las iniciativas que tienen que ver con el re-descubrimiento de uno mismo De encontrar un mejor camino que recorrer, de ir dejando malos hábitos en el trayecto y mejorar los que vienen. El replanteo de las decisiones que te han llevado hasta acá y encontrar la manera de ser mejor con uno y con los demás. Aceptar el pasado de tus acciones y la de los demás que tuvieron efecto en ti. Para mejor o peor.
Acciones que aplaudo porque es algo que hago regularmente, el reconocer el desarrollo de los demás, pero primordialmente el propio. Dejar una cáscara de la persona que fuiste hasta ese momento, y volverte lo suficientemente fuerte para abrirte paso de tu propio capullo. Irónicamente hoy me siento aplastado por un capullo dejado atrás, un peso invisible y difícil de levantar. El ignorar el esfuerzo y la preocupación de mi lado porque el ego se concentra solo en el yo. Una aventura recorrida solitariamente en espacios que yo construí, mas la misma construcción en sí me ignora.
He tenido mis días de desprecio y mis días de «reconexión», pero siempre vuelvo a esta sensación de abandono. De ser el espectador de un renacimiento que no me corresponde presenciar. El interruptor que se presionó y que me dejó de forma inmediata fuera de un cuadro que no terminaba de secar, del cual era parte originalmente.
De nada sirve comenzar un recorrido hacia el interior de uno mismo cuando lo que lo hizo posible en primer lugar ha sido desentendido, como un lápiz que se quedó sin tinta por ilustrar más detalles de los que iban a ser apreciados.
El ego al menos requiere la decencia de reconocer a su habilitador. Esto no es un auto-descubrimiento, esto es otro escape, como los que hicieron que esto esté pasando ahora, por mucho que se vista de algo nuevo, hay un patron que comenzó como lo ha hecho innumerables veces. Sólo espero que la nueva aventura hacia el centro de uno muestre lo que hoy se omite descaradamente.
Estoy en paz con mi pasado, pero el presente me desplaza fuera de lo que me es propio, repitiéndose cada día en un bucle infinito, lo que me da el tiempo necesario para preparar la reconquista de lo que soy y lo que me pertenece. Sólo soy invisible ante los ojos del ego, pero soy el creador de su realidad, y yo lo observo a él.