La abundancia de palabras que he tenido para plasmar aquí últimamente responde a una tendencia por guardarme las cosas por demasiado tiempo. Ha sido una constante toda mi vida, y siempre ha sido el escribir la forma volver a poner los pies sobre la tierra.
No es algo que haga seguido, pero si tuviese que elegir un top de fracasos, éste sería uno, sin revelar su posición. Todo es netamente causado por mi. Desde hace años que vengo trabajando en mis propias expectativas, normalizándolas, dejándolas a mi alcance y no pedir mas de lo que puedo tomar. ¿Hay un pero? Definitivamente. Me gusta pensar que mis triunfos son todos en base a hechos espectaculares de mi vida. He llegado a bromear mas de una vez que cada cierto tiempo o cada ciertas desgracias, acumulo puntos de suerte. Y siempre que los quiero usar logro cosas que ni en sueños las hubiese pensado. Si alguien me conoce relativamente bien, podrá saber una o dos de esas metas cumplidas. Siempre voy a llevar mis posibilidades más allá de lo que parece natural, porque no puedo vivir de otra forma. Siempre en la búsqueda de mi más grande hazaña. Supongo que la palabra clave aquí es equilibrio, y esa es otra contienda permanente. Hoy buscaba una hazaña que pudiese llamar “nuestra”.
Todo gran triunfo deja atrás un costo o sacrificio. Por cada acción, hay una reacción igual u opuesta. Es una ley aplicable incluso a acciones que tienen que ver con tus sentimientos, y en este caso creo que la respuesta fue, por decirlo de forma suave, desigual, llegado el momento de sacar conclusiones. Por un tiempo la tendencia se acercaba a sentar las bases para algo increíble, y por sobretodo, esperanzador en todos los sentidos. Me aferro a ese lapso de tiempo como si la vida dependiera de ello. Hay un motivo por el que pasan las cosas, pero el porqué no pasan son un misterio que te persigue, pidiendo que lo resuelvas. Cuando las debilidades se esconden de fortalezas es fácil pasar de largo y no ver la amenaza. El caos es lo suficientemente inteligente como para esconderse de quien busca una cura.
Hace días pude vislumbrar lo que venía de forma inminente, no estaba preparado. La cantidad de cuestionamientos propios era abrumadora, y no es que se hayan detenido, pero cuando tienes la capacidad de transformar tu intuición en hechos, lo único que queda hacer con las respuestas es ponerlas a trabajar para tu beneficio, por mucho que hacer tal cosa vaya en desmedro de lo que sientes. ¿Cómo hacer esto cuando en mi priman los sentimientos? Probablemente enajenándome. Desalojando quien soy y ver todo desde una perspectiva neutra. Nunca me había puesto en esta posición en búsqueda de lo correcto, lo óptimo, porque nunca había hecho tanto para no estar en esta situación.
Hay días en que estoy plenamente consiente de lo que debo hacer y lo que no para sobrellevar la situación, habiendo sacado ya verdades y conclusiones. Aceptado los hechos que fueron, los que no y los que vienen. Sin embargo hay otros en que todas las partículas de quien soy extienden sus ganas de reconectar, de buscar una luz y una vía de revertir los hechos que nos llevaron a este lugar. Hoy me doy cuenta que eso tampoco es algo que me llevará a un destino prometedor. Siempre termino chocando, tropezando, cayendo, mas no sin levantarme para tomar un poco de aire, golpearme un poco el rostro y ver, nuevamente, desde una esquina opuesta lo que debería dejar de hacer. Es una lucha que tendré que librar hasta que solo yo quede en este campo de concreto.
Tengo brutalmente claro que cuando llegue ese momento, los recuerdos, aromas y cambios persistirán por mucho tiempo en mi y en los lugares en los que alguna vez soñamos con convertirse en algo más. Batallo todos los días con la sensación de injusticia, con el eterno enigma del porqué y con una falsa simulación de evitar encontrar un haz de luz como una polilla encerrada en un derrumbe.
Me extraña de mí mismo que me cuestione razones que no son mías. En el fondo sé que son válidas, son las razones que actualmente guían este sendero. Me he visto en la situación en que no puedo entregar todo de mi, y en circunstancias como esta es injusto para ambos el no estar listo. El quedarse tranquilo con un “lo intentamos” a ratos me resulta mediocre y poco equilibrado, pero al final del día el mero intento que se llevó a cabo ha sido lo mejor que me ha pasado en años. Por eso duele tanto.
Quiero creer que mis capacidades de ejercer la empatía y ponerme en el lugar del otro, de amar la libertad propia y de los demás serán las responsables de que lo que quede de este tiempo de reclusión me lleve de forma natural a una resolución liberadora, de la que voy aprender más que el tiempo que me he tomado revisitando calamidades no merecidas en los últimos años.
Aun no concluyo. Aun mis sentimientos batallan lo idóneo. Aun amo, estoy hecho de ello, por más obstáculos que me quieran decir lo contrario. En ocasiones amar significa tener que dejar de hacerlo.