octubre 6, 2019

Escudos Arriba

La dualidad de la ansiedad versus la expectativa es una constante difícil de desarrollar y darle espacio para solucionar. Una rivalidad que viene de antes, que se queda en el presente, y sigue su camino despues de que te conviertes en parte del subsuelo. Ajeno a ti, pero tan parte de uno como cuaquier otro órgano. Si bien llevo la mitad de mi vida experimentando y tratando estos seres, señales, sentimientos, o una amalgama de ellos, he llegado a la conclusion de que son tan parte de mí como mis ganas de no tener que lidiar con ellos. Le doy su espacio, dejo que me afecten, que tengan lo que tengan que hacer, y que luego sigan de una forma en que no tenga que sufrir síntomas físicos. Los llevo como un recordatorio de que estoy vivo y que no tengo nada que demostrarles. Así como mi más reciente aliado y antagonista. Mi Colitis Ulcerosa, que me acompaña desde hace un poco más de un año y que ha cambiado mi vida y la forma de verla para siempre. Tajantemente. Un tercer elemento a la dualidad que ya conozco bien. Una triada. Un triangulo que he convertido en un escudo. Ansiedad, expectativa y una enfermedad crónica, como si necesitase más evidencia de que esto estará conmigo por el resto de los días.

Sin embargo ya están aceptados, ya son parte de mi, y ésta realización es reciente. Por muchísimo tiempo los vi como un ente fuera de mi, como un acechador persiguiendome a un par de cuadras de distancia, y escondiéndose en la ausiencia de luz cada vez que giro para ver si efectivamente hay algo tras mis pasos. Hoy ya dejé de mirar atrás, porque sé que viene, y lo sé porque está unido a mi como la teória del hilo rojo. Qué ganas de que sea con una persona y no éste trío de recordatorios de que ya no puedo acelerar a fondo.

¡Pero lo hago! Acelero a fondo cada vez que tengo la oportunidad, sin espejos retrovisores. Y por ende sin remordimientos. Lo que creía que me deparaba el fúturo antes de encontrarme en ésta situación ha cambiado de forma radical desde el último año, sin embargo estos tropiezos de mi estado de salud sólo han servido como un empuje, desafíos que a costa de sufrimiento a nivel familar y de amistados (porque a nivel propio se da por hecho), de sacrificios de costumbres y proyectos, he podido canalizar y convertirlos en una fuente de energía, y de eso tampoco hay escapatoria. Si mantengo presente que son una «habilidad pasiva» de la que puedo sacar tanta fuerza como daño me provocan, entonces estoy en una posición muy superior a ellas.

He tenido que darme los espacios para perdonar mis errores del pasado, y mantenerme humilde ante los hechos y dichos que han causado estragos en otras personas que ya no están conmigo. He asumido mis responsabilidades y tuve que pasar por este valle rocoso descalzo para darme cuenta. Y vaya que he aprendido. No obstante, queda mucho por hacer, queda mucho por aprender, pero no para demostrarle algo a alguien más, eso nunca será necesario, por ende no entiendo la naturaleza de personas que ahora tengo cerca cada día en que se evidencia un apego a la envidia y un desapego de la empatía por el otro. La necesidad de pisar sobre quien consideras amenaza por cuestiones tan banales como el estatus dentro de tu espacio de desarrollo. Como si no hubiese un universo más grande afuera de esas cuatro paredes. Noticias: hay un universo fuera de esas cuatro paredes.

Estoy eternamente agradecido de todo lo que he aprendido en los últimos meses, pero sinceramente, y por primera vez, siento que la cerámica ha sido quebrada, y no hay maestro Kintsugi con suficiente oro ni experiencia para que lo regrese a un estado de belleza y entereza que me haga pensar lo contrario. Hoy me concentro en lo que tengo que hacer por mi y por cumplir, sin sobreexigirme, todos los demás comentarios serán la pala, chuzo y lápida de quienes los invocan. Tengo la fortuna de aun tener compañía en la que puedo confiar, y la esperanza de que las nuevas energías que han llegado no caigan bajo las lenguas deletéreas que intentan bajar los escudos de los demás. Mientras seamos concientes de nuestras defensas, de nuestro poder de sobrellevar adversidades, y el espíritu humano del libre albedrío, no hay nada que pueda derribar nuestros monumentos personales.

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