La última vez que escribí aquí fue para desahogarme de una serie de eventos que me habían estado atormentando. Si bien el sólo hecho de haber publicado algo tan íntimo me hizo sentir mejor, las respuestas recibidas me hicieron sentir mucho más aliviado, y acompañado. Más de una persona me dijo “entonces dedicate a escribir”, y lo hice, escribí, y mucho. No sólo de problemas y contratiempos que me podrían agobiar la existencia, si no de los caminos que puedo tomar para superarlos, la gente que me acompaña, la gente que he aprendido a conocer, y mi insuperable familia.
Éste año particularmente ha sido un desafío intransigente en cuanto a mi salud. Sin respiro, hasta ahora, un síntoma tras otro, sin una explicación más que la que te muestran los doctores cuando ya estas “mejor”. Pero detrás de todos estos malestares hay algo que me di cuenta después de mucho, todo esto ha sido la forma de mi cuerpo de decirme que he estado de luto por ya suficiente tiempo. La pérdida es algo que se manifiesta de las formas menos pensadas, que se te arrebate algo o alguien sin tu consentimiento, o peor aun, por razones que siempre estuvieron frente a tus ojos. El no reaccionar a tiempo no para evitarlo, sino para cerrar ciclos adecuadamente. En un juego donde hay un desbando, es en el momento inmediato luego de la crisis donde cada uno toma una posición en la que el orgullo incrusta sus raíces para que no las levante y desarraigue el huracán de discusiones que le sigue. Incluso más trágico cuando las raíces están tan profundas esperando una tormenta que nunca llega. Cuando las raíces están tan firmes que ya no puedes ni acercarte ni retroceder esperando algo que ninguno de los bandos quiso comenzar de la forma correcta. El orgullo es un arma de doble filo, no puedo manejarlo cuando mi salud en el momento depende de ello. Cuando la decision de simplemente no comunicar es mutua, no surgen más que dudas sobre lo que hubiese pasado, lo que tiene que pasar y las consecuencias de terminar tal ciclo. Cuando bajan las revoluciones y la quietud de todo es por el respeto y el reencuentro perdido con el espacio y el tiempo personal. Cuando el orgullo se transforma en miedo y se vuelve un repelente.
Con el tiempo he entendido que éste luto que trae nubes de malestar es simplemente creado por lo que no se hizo, más que por las cosas mal hechas. He pasado por sufuciente estos meses como para darme cuenta que al final lo que realmente importa es el momento en que decides aceptar el luto como es, como lo ha sido, y canalizarlo en una suerte de energía para una revancha. Contra nadie en especifico, nada de forma negativa, una revancha para volver a sentir que puedes hacer lo que en su momento pensaste imposible. Aceptar y convertir el dolor emocional y físico en un empuje, en motivación, en ayudar a los demás. En amar. En estar listo para enfrentar otros caminos, otras personas, otros proyectos. Cuando las raíces hayan sanado y estén listas para volver a moverse en sus propios campos, podrán hablar de sus futuros y no de los por qué del pasado. De todas maneras, uno nunca está solo, el núcleo de amigos, la familia incondicional, la gente que a pesar de verte poco te apoya cuando saben lo que está pasando, y la que se preocupa y pregunta. A las personas valientes que han pasado y aguantado por momentos y lutos que parecían eternos y que ahora sus raíces buscan un mejor lugar con mejor compañía. Muchas gracias.