Era necesario un respiro de las palabras anteriores, de los días pasados, y al contrario de lo que sucede en el exterior, el levantamiento de una cuarentena emocional y de pensamientos que ya parecen ser sólo una brisa con memorias de ser una tormenta. Una que llegó después de una calma paradisíaca. Cuando se trata de las cosas que nacen de un núcleo con brío inagotable, tengo que estar preparado para que las variables tengan protagonismo sobre las constantes. Ya no es momento de lamentarse por fracasos que solo yo solía ver como tal.
El efecto del encierro enfrascó cada segundo en un acelerador del tiempo. Veinte días que golpean como veinte años. Pero antes de eso, un mes imposiblemente perfecto que en mi corazón aun no termina. Me niego a arrodillarme ante la idea de que todo lo que hicimos fue en vano. Me niego a que los afectos que florecieron hayan sido una ilusión demasiado real que ya perecieron. Puede que mi intuición me haya llevado a verdades que no estaba preparado a escuchar. Verdades que ya acepté y entendí, que se escapan a mis acciones y pensamientos.
Todo lo que me queda es el respeto que merecen los tiempos y espacios para sanar y resurgir, por difícil que parezcan estas circunstancias para lograrlo. El intacto amor que siento sólo puedo entregarlo para dejar ser, y por mucho que duela si sucede, dejar ir. Tengo una mano aferrada a la idea de que logremos sobrepasar esto como una pausa necesaria y reencontrarnos donde nos dejamos cuando estemos preparados, y una mano abierta a aceptar que no hay tal hilo rojo porque nadie debe estar amarrado a la idea de que se puede estar bien sólo si es con otra persona.
La realización de independencia y conquista del ser no tiene que ser necesariamente en soledad. Y el huir no tiene que ser necesariamente en movimientos de territorios. Así como uno encuentra un lugar, también puedes encontrarte a ti mismo y sentirte en casa con las decisiones que te llevaron a ese espacio y momento. Todo lo que dije que estaba dispuesto a hacer sigue inamovible y creo que hay algo mucho más fuerte que la carcelaria idea de estar unidos por un hilo, sino por la libertad de amar, dejar ser, dejar renacer.